domingo, 3 de abril de 2011

Mujeres que se rebelan mediante la literatura

Todavía no he profundizado demasiado pero me he despertado pensando en la cantidad de mujeres que han sido estigmatizadas por querer ser ellas mismas, por no desear la vida que la sociedad o su familia le imponía. Mujeres, que además, se suicidaron, en la mayoría de los casos, jóvenes.

Podéis leer sobre katherine Mansfield cuya madre intentó por todos los medios "curarle" de su lesbianismo. Os recomiendo leer Diarios y Cuentos completos donde se recoge En un balneario alemán (1911) donde ya hizo una crítica a la vida cotidiana.

Quizás, más conocido sea el caso de Virginia Woolf que estuvo a favor de la independencia de la mujer y conocido por la mayoría es su ensayo Una habitación propia donde explica la necesidad de las mujeres de disponer de un cuarto propio para desarrollarse e ingresos periódicos que le permitan no depender. Aconsejo leer también Las olas, calificada como la mejor de sus novelas.

La escritora bostoniana Sylvia Plath acabó suicidándose tras varias crisis y un ingreso en un hospital psiquiátrico. Ella quería una vida para ella pero su madre y la sociedad esperaban que se casara y trabajara como mecanográfa cuando a ella lo que le apasionaba era la escritura. Existe una recopilación de sus poemas. Sólo escribió una novela: La campana de cristal. Os la recomiendo. Es semi-autobiográfica y nos introduce en su mundo interior, en sus pensamientos, en sus emociones y en aquella vida que le costaba vivir.  

También Charlotte Perkins Gilman tuvo una vida complicada. Tenía una salud delicada y su médico le prohibió leer y escribir porque le perjudicaba, tan sólo debía llevar una vida lo más doméstica posible y pasar todo el tiempo con su hija recién nacida. ¡Increíble! Ella se rebeló y continuó escribiendo. Podéis leer el relato El papel de pared amarillo, incluido en el libro Si yo fuera un hombre, donde cuenta la depresión que sufrió y que la llevó a separarse de su marido y replantearse sus ideales.

Janet Frame también recoge en Un ángel en mi mesa, su autobiografía, todos los problemas y dificultades que tuvo que vivir y cómo luchó por sobrevivir a su mundo interior. Al igual que Sylvia Plath la internaron en un psiquiátrico y le diagnosticaron, erróneamente, una esquizofrenia. En el momento en que iban a realizarle una lobotomía, le concedieron uno de los premios literarios neozelandes más importantes y la operación se anuló.

¿Conocéis otras mujeres escritoras que vivieran situaciones similares?

sábado, 2 de abril de 2011

Viajar en tren

Viajar en tren, aunque sea Guadalajara-Madrid o Madrid Guadalajara puede proporcionar aventuras excitantes y anécdotas para reirte después con las amigas.

Puedes quedarte tranquilamente dormida porque estás hecha polvo y despertarte cuando casi has finalizado el viaje. Eso hice el otro día, que trasnochar no es bueno. Cuando me desperté, no sabía dónde estaba, de hecho, empecé a dudar si me había subido al tren adecuado. ¿Por qué?Creía yo haber cogido un Civis (trenes que hacen el recorrido Chamartín-Guadalajara en la mitad de tiempo porque no tienen todas las paradas. ¡Bueno, una gozada!) porque eso ponía en las pantallas. El caso es que cuando me desperté de mi siesta había pasado ya tiempo suficiente casi para haber ido y vuelto, jejeje... con lo que hablé conmigo misma: 
-¿Estoy en un Civis? 
-Por la hora, no parece. Hace rato deberíamos haber llegado y estamos aún en Alcalá. Y hemos parado en Alcalá Universidad. No, no estoy en un Civis. El Civis no para ahí.
Después NO paramos en Meco.
-Entonces estoy en un Civis- me digo. No ha parado en Meco. Los Civis no paran en Meco.

En fin, que no entiendo nada, estoy recién despierta, ¡qué le voy a hacer! Decido entonces dejar de pensar y beber un poco de agua a ver si me aclaran las ideas. ¡Qué sed da dormir!
Abro mi botellita de 33cl, cuerpo azul, tapón blanco, ya estoy salivando... En ese momento, desconozco por qué actué de una manera tan imprudente, me dio por buscar algo en el bolso, digo algo porque no recuerdo el qué, lo que acentúa más mi imprudencia, ¿no? Si ni siquiera soy capaz de recordarlo...

-Cuidado, cuidado -es lo que me despierta de mi absurdo ensimismamiento con el bolso.
Levanto la vista y veo a la chica que está sentada en frente de mí
-La botella -me dice, muy tranquila, muy educada, muy contenida.
De la misma forma, tranquila, educada y contenida contesto: ¡Mierda!
Estoy volcando el agua.
-¡Mierda! -digo para mí mientras siento una vergüenza inmensa.
-No pasa nada, tranquila -me dice "mi compañera de viaje" tranquila, educada y contenida. ¡Qué valor!
-Lo siento, lo siento, lo siento -no dejo de repetir. 
-Uf, mi bolso no se ha mojado -pienso para mí misma.
-Lo siento.
-Que no pasa nada, de verdad.
Al rato le digo:
-Menos mal que no había mucha agua, eh? -y pienso inmediatamente que me podría haber callado la boca.


Bueno, ya está, Noelia, no le des más vueltas. Tenías sed, el agua que tenías la has volcado, con lo que ya te tienes que esperar a que llegues a casa. Pero mira el lado positivo: no te has mojado tú, has echado todo el agua a la chica que estaba sentada frente a ti.