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lunes, 7 de marzo de 2011

Dar la cara

Sí. Me estoy preparando para dar la cara en el club de lectura. El tigre no muere. Ahora soy la que yo digo: No entiendo nada. No puede ser.

Pero como buena documentalista precavida, he guardado pruebas. Os las dejo. ¡Sois mis testigos!

Página 180. Segundo párrafo: Aunque tal vez pueda parecer una minucia, fue un detalle que me salvaría la vida y que pesaría sobre la de Richard Parker [es el nombre del tigre].

Y para que no creáis que me he cogido cualquier libro que sirva a mis propósitos, cito el libro: Vida de Pi de Yann Martel.

¿No creéis que la frase tiene su cosa? Si se piensa bien, quizás otra interpretación distinta de la muerte del tigre (a mí personalmente, es lo primero que se me viene a la cabeza) podría ser que éste pasa una vida de penurias pero... Sinceramente, en una novela las palabras tienen que estar bien escogidas. Todo tiene que ser un entramado invisible y bien construido que no genere falsas expectativas ni confunda ni que entorpezca la lectura.

¿Qué pensáis vosotras/os?

martes, 1 de marzo de 2011

Lo que no se debe hacer si se desea fomentar la lectura

¿Os ha pasado alguna que alguien os haya contado el final de un libro u os haya destripado una peli?

Si no os gusta que os hagan eso, no habléis conmigo. Dicen que hablo poco pero que cuando hablo...¡cuidado! Ayer, en el club de lectura, fue un día de esos.

Coordinadora: Noelia, ¿a ti qué te está pareciendo el libro? (La...) Aquí me surge un dilema. Quería poneros el libro pero si os digo cuál es también os lo habré destripado pero si no os lo pongo quizás nunca podráis leerlo.
Yo: Me está gustando. No lo empecé con muchas ganas pero me he enganchado. Lo que menos me gusta es que el autor anticipa acontecimientos y corta un poco la emoción de la lectura. En ese sentido, me siento defraudada. Antes de tiempo, sabes que el barco se hunde y que la familia desaparece y antes de tiempo sabes que el tigre se muere.

En ese instante, todas las miradas se dirigen a mí: ¿Se muere el tigre? Y yo, ups, trago saliva. Noe, has metido la pata, jeje... levanto la vista y me pongo a mirar el bonito artesonado del siglo XVII que cubre el techo del despacho de la directora, lugar donde nos encontramos.

Unos y otros; unas y otras: Yo no he leído eso. ¡Cómo que se muere! ¿Se muere? ¡Qué faena, yo que creía que iba a sobrevivir! 
Yo: Lo sientoooooooooo. No sé, lo cuenta el protagonista, digo acongojada.


Eso me pasa por leer con demasiada atención. Todo el mundo debatiendo sobre cómo será el desenlace entre el protagonista y el tigre y en un minuto la emoción de la lectura por la borda (nunca mejor dicho porque la novela transcurre en un bote) Pero yo no tengo la culpa que en la página 180 esté la clave y se sepa lo que para mantener la intriga debería saberse, quizás, cerca de la 250. Ey, pero no siempre hablo para meter la pata.