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miércoles, 26 de septiembre de 2012

Lluvia

El agua llega al suelo y, a veces, el asfalto mojado es lo único que se huele. En otras ocasiones, penetra la tierra y en el olor a mojado que desprende se atisba el de las frutas o verduras que están por crecer o el de las flores y los árboles.

Las hormigas ya han realizado su trabajo. Ya en fila, han salido en busca de provisiones para pasar los días de lluvia y ahora se recogen en sus hormigueros.

Ya los ríos intentan llenar sus caudales y las piedras, que en la época seca del verano se dejaban ver mientras tomaban el sol, se ponen sus trajes de buzos para desaparecer debajo del agua cristalina... en algunos casos.

Ya las macetas de los balcones vuelven a regarse con el agua de la lluvia y quizás, si la casualidad lo permite, puedas sentir en la cara una de esas gotas de rocío al caminar por debajo de uno de esos balcones temprano en la mañana.

Ya la lluvia divide los lugares entre las personas que la esperan con entusiasmo y aquellas que detestan mojarse y quedarse frías y aquellas que contemplan la vida detrás de una ventana y las que se lanzan a la calle.

Ya hay gente que deja de hacer deporte al aire libre y se recoge en sus casas o, a lo sumo, se apunta al gimnasio y la gente que continúa corriendo y la lluvia se convierte en una compañera más del entrenamiento.

Ya los gatos callejeros tienen charcos de agua fresca donde hidratarse y las niñas lugares donde chapotear con sus botas de agua.

Ya, la lluvia permite que en el mundo sigan existiendo los colores y la vida. Llueve.