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martes, 12 de febrero de 2013

El heavy-poeta

Un día conocí a un heavy-poeta. Desconocía si era más heavy que poeta o más poeta que heavy porque siempre andaba escuchando música y llevaba un libro en el bolsillo.

Por aquel entonces me encontraba realizando una tesis sobre el tipo de humor en Cervantes y Quevedo y valoré la posibilidad de incluir a personaje tan peculiar como parte del estudio. Mi directora de tesis, y el tribunal, tendrían que rendirse ante brillante y original idea.

Decidí realizar un trabajo de campo ya que me parecía el más oportuno y con el que mejores resultados obtendría. Y eso hice.

La primera vez que me dio un abrazo, casi ni lo dudé: Cervantes, tiene un aire cervantino. Es tierno y sonriente.

Más adelante, a medida que charlaba con él sobre libros, política, educación, la vida y otros temas no tan trascendentales, pensé que tendría que modificar el capítulo 2 de mi tesis. ¿Por qué reescribir? No parecía dulce, al estilo de D. Miguel de Cervantes. No es que hubiera empeorado mi opinión de él (de hecho valoraba que existiera alguien que aún me inspirara para escribir) sencillamente que le pegaba más eso de "Érase una nariz sayón y escriba, Un Ovidio Nasón mal narigado"

Quevedo era conocido por su humor sarcástico, grotesco y cruel. Y el heavy-poeta tenía más de satírico, de directo y de serio. A veces, pensaba: "es implacable" y no lo he visto, me he dejado llevar por la primera impresión.

De hecho, probé con otro abrazo. Y efectivamete, resultó más contundente y destructor (que no menos apetecible) ya que por unos segundos el aire dejó de llegar a mis pulmones.
Así que cambié el capítulo que estaba escribiendo; aunque a mí me gustaba que el heavy-poeta sacara su lado cervantino (que también lo tenía): su ternura e ironía que, según Alfredo Bryce Echenique (si mal no recuerdo), requiere pluralismo, tolerancia, diálogo, humor, paciencia y algo de malicia.

Vamos, que desde mi punto de vista, me topé con un "ejemplar" un tanto especial, que acaparaba mi atención. Curioso, inteligente, mordaz... no dejaba de sorprenderme.

Y mientras leía biografías, buscaba referencias, hacía resúmenes, organizaba mi tesis,  "mi heavy-poeta cogió" su moto y se largó, sin más. Fue poco después de hablarle de Góngora, y mostrarle Soledades, uno de sus libros de poemas, al que me dio por leer para desconectar un poco (y relativamente) del trabajo diario. Pero como dice el refranero popular: no hay mal que por bien no venga; este acontecimiento me sirvió para rematar mi tesis, escribir los resultados y las conclusiones y conseguir un Cum laude.  

Sin lugar a dudas: Quevedo.

jueves, 29 de noviembre de 2012

En un mundo sin orejas



En un mundo sin orejas
Las palabras tienen una esperanza de vida corta.

Una adolescente se ahoga en gritos de acuarela,
Como en el cuadro de Munch.
El hombre que busca una oportunidad en su mejor amigo
Recibe certeros puntos de sutura en los labios.

Las palabras se han convertido en vagabundas;
Se han cortado las orejas los que se vanaglorian de ofrecerlas a los demás;
Y las palabras se desangran.

Las orejas se extinguen en un planeta hedonista
Donde las voces sufren y enloquecen tras las rejas de una celda
Porque los botes baratos de la felicidad aconsejan no escuchar.

Palabras: errantes, ignoradas. Orejas: sin tapones, pocas; autoritarias, la mayoría.
Llegará el momento en que las palabras busquen otra forma de expresión

… y entonces muchos se arrancarán los ojos.

jueves, 28 de julio de 2011

Rebelde con causa

Porque el banco te cobra los recibos o las entradas compradas por Internet al instante pero a la hora de devolverte un importe duplicado, tarda dos días.
Porque la gente te dice cómo vestirte para una cita, cómo comportarte y lo que te tiene que gustar.
Porque las empresas de telefonía móvil te timan.
Porque en el trabajo te explotan.
Porque el mundo está hecho para los consumistas.
Porque no puedes comprarte ni alquilar una casa.
Porque luchas contra los clichés y los tópicos.
Porque no venden alimentos pensados para una persona.
Porque los tampones están considerados productos de lujo.
Porque esperan que seas lo que tienes que ser y no lo que deseas ser.
Porque no te entienden.
Porque no les entiendes.
Porque ahorrar cuesta dinero.
Porque te rebelas.
Porque si te rebelas, sufres.