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domingo, 16 de enero de 2011

En una ciudad desconocida

Normalmente, cuando voy de visita a una ciudad suelo hacerme con un plano del lugar en cuestión. Es útil, desde luego.

No sé si debido a la monotonía de entrar en una Oficina de Turismo y tener la siguiente conversación:
-Hola, podría darme un plano de la ciudad.
-Sí -lo extiende sobre la mesa-. Estamos aquí. Te señalo los lugares interesantes. Este, este, este, este y este. ¿De dónde eres?
-De Guadalajara.
-Gracias.
Y terminar con un mapa lleno de círculos pintados a boli que indican donde tienes los lugares de interés. ¿Pero dónde estaba? ¡Con tantos círculos! Podía haberlo hecho a otro color. El caso es que creo que por no volver a vivir esta situación, decidí pasar el día sin un plano.


Paseé, paraba, miraba y volví a caminar. Claro, yo no caí que mi autobús tenía una hora de salida y que tenía que llegar a la estación de autobuses. ¡Uf! ¿Cuánto distancia habría? ¿Cuánto tardaría en llegar? ¿Por dónde tendría que ir? Hasta ahora, no me había parado a pensar todas estas cosas. 


Seguí mi instinto y tras darme cuenta que muy bien encaminada no iba, decidí hacer algo que os aconsejo no hacer por INmaduro, INseguro, IMprudente e INconsciente. Vi dos chicas con maletas y me aventuré a seguirlas. Dos chicas jóvenes, seguro que estaban estudiando y regresaban a su ciudad.Tenían que ir a la estación de autobuses. O a la de trenes, uf, bueno, si iban a esta última me servía, sabía que las estaciones estaban cerca una de la otra. 


No llegué a mi destino porque las chicas se detuvieron en una parada de autobús para llegar a su destino (eso me hizo pensar que quizás estaba más lejos y más perdida de lo que creía) así que no me quedó otro remedio que recurrir a los métodos tradicionales: buscar una cara amable y preguntar.