martes, 24 de mayo de 2011

Tengo, no tengo

Carolina llevaba dos semanas triste, desde que había comenzado el colegio. Ni su hermana mayor, ni su abuela paterna, ni su profesora de inglés, ni su peor enemiga del colegio, ni su gata Pizca conocían el motivo.

Incluso, otras personas cuando le veían le preguntaban:
-¿Por qué estás triste? ¿Has visto qué casa tan grande tienes? -le decía el vecino de al lado.
Y Carolina se encogía de hombros sin más.
-¿Por qué estás triste? ¡Si tienes un montón de juguetes! -le decía la pastelera cuando iba a comprar pan.
Y Carolina se encogía de hombros sin más.
-¿Por qué estás triste? ¡Si tienes dinero para comprarte todas las golosinas que quieras!- le comentaba su padre.
-Y Carolina se encogía de hombros sin más.
-¿Por qué estás triste? ¡Si puedes ver películas en el coche cuando vas de viaje! -le decía la adolescente que la cuidaba a ella y sus hermanos algunas noches.
-Esta niña, tiene de todo y no para de quejarse -apostilló su madre. 
-Y Carolina salió corriendo a esconderse en su habitación.


Un día, Álvaro, su hermano pequeño, se acercó a su hermana mediana y le preguntó:
-¿Qué te pasa Carolina? -y se quedó callado, escuchando, esperando la respuesta de ella.
-Todo el mundo me dice que tengo de todo pero no se dan cuenta de que no tengo cosquillas.

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