sábado, 22 de enero de 2011

Cuento: La niña del quinto y los escalones


El portero observaba curioso todas las tardes a la niña del quinto. La niña del quinto miraba con precaución al portero que con ojos inquisitorios subía las escaleras detrás de ella y después se marchaba sin decir nada.
Pero una tarde de jueves que el portero siguió, como de costumbre, a la niña del quinto, se atrevió a preguntarla:
- Niña, ¿por qué subes andando si el ascensor no está estropeado?
- Sesenta y cuatro, sesenta y cinco... No me interrumpa señor Cándido, que voy a perder la cuenta. Sesenta y seis, sesenta y siete -continuó la niña ensimismada.
- Pero niña, ¿por qué cuentas todas las tardes los escalones?
- Señor Cándido -la niña se giró, frunció el ceño hasta formar casi una "v" perfecta y apoyó sus manos en la cintura- , le prometí a mi mamá que nadie nos robaría los escalones.

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