-¿A ti qué te pasa? -preguntó el caracol.
-Sufro el síndrome de las alas invertidas- respondió el hada.
-¿Y eso por qué?
-Por el estrés -contestó con voz cansada el hada.
-Pero vosotras, ¿sufrís estrés? -preguntó de nuevo, sorprendido el caracol.
-Pues claro -el hada torció la boca-. Trabajamos fuera de casa en misiones secretas, en casa y formamos a las hadas más pequeñitas.
-¡Ah! -dijo el caracol.
-Y tú, caracol, ¿por qué estás aquí?
-Yo antes era un príncipe, pero ya casi vivía como un rey.
-¿Y qué te pasó? ¿Te hechizó un malvado brujo? -preguntó el hada curiosa e impaciente.
-Algo así. Me dijeron que tenía que aprender lo que era vivir con la casa a cuestas.
-Sufro el síndrome de las alas invertidas- respondió el hada.
-¿Y eso por qué?
-Por el estrés -contestó con voz cansada el hada.
-Pero vosotras, ¿sufrís estrés? -preguntó de nuevo, sorprendido el caracol.
-Pues claro -el hada torció la boca-. Trabajamos fuera de casa en misiones secretas, en casa y formamos a las hadas más pequeñitas.
-¡Ah! -dijo el caracol.
-Y tú, caracol, ¿por qué estás aquí?
-Yo antes era un príncipe, pero ya casi vivía como un rey.
-¿Y qué te pasó? ¿Te hechizó un malvado brujo? -preguntó el hada curiosa e impaciente.
-Algo así. Me dijeron que tenía que aprender lo que era vivir con la casa a cuestas.