Hace buen tiempo. He sacado la
tumbona al patio y me he puesto el bikini con menos tela que he encontrado.
Objetivo: quitarme las marcas horteras que se me han quedado en la espalda los
días que he salido a montar en bici.
Soy consciente de que tiene
difícil arreglo pero de ilusión también se vive. Para amenizar el rato, he
abierto la ventana y he puesto música, intencionadamente alta, no por sorda
sino por molestar: 1º a las palomas que cagan indiscriminadamente en el patio y
2º a los vecinos/as que tiran colillas y otras guarrerías. Les encantará
Psichosocial de Slipknot (risas malévolas). Supongo que se aburren mucho (los
vecinos). Espero que nos le dé por tirar nada mientras estoy aquí ociosa, al
menos, que se acuerden de apagar los cigarros, que entonces sí que voy a ir
bien quemada.
Mientras estoy aquí tirada, miro
de reojo la planta de Aloe Vera en el alfeizar de la ventana y pienso en la forma de
revivirla. Recuerdo que alguien me comentó que es imposible que una Aloe Vera
muera, pero esto no tiene la misma pinta que los primeros días. Para nada. Algo
la sucede.
Inmersa en mis pensamientos sobre
jardinería no olvido de untarme bien de crema solar para la parte de piel que
no quiero que se tueste más y aftersun, para cuando me note recalentada. Y aquí
hago un paréntesis: No recomiendo la crema para después del sol de Mercadona.
Al menos, comprobad que no pone “con pigmentos dorados”. ¡Dios! Parece como si
fueras a una boda de esas en que todo el mundo va muy muy elegante, demasiado.
Tú piel brillante, cual pijo político en Puerto Banús y más que “dorados” parece que te has
bañado en brillantina de aquella que nos compraban nuestras madres en el
colegio para las clases de manualidades. ¡Horrible… como poco!
Algo imprescindible y que he
olvidado. Me levanto a por la botella de agua fresquita y refrescante. Y pienso
en acompañarla con patatas fritas y chocolate. ¡Ah, no! El chocolate, muy a mi
pesar, se derrite con estas temperaturas y, afortunadamente, y lo más
importante, estoy dejándolo, estoy consiguiendo desintoxicarme. Tengo que
buscar un sustituto… y que mejor sustituto del chocolate que el sexo. Seguro
que nunca se ha visto la relación entre ambos desde este punto de vista. Creo
que salgo ganando. ¿Sexo en la terraza? Eso es otra historia.
Y un buen libro, no puede faltar
un buen libro. Tengo varios sobre la mesilla de noche: Los Borgia en comic;
Isabel I de Inglaterra; Sinceramente suyo, Shurik, un libro de cuentos y algo
de poesía. ¿Con cuál me quedo? Libros, libros y más libros.
Todo perfecto, paradisiaco. ¡Ohhhh
noooooo! Son las 19:00 horas. No había pensado en eso. Están saboteando mi
sabotaje a los vecinos y mi lectura. ¿Cómo he podido pasar por alto ese
detalle? Las campanas de la iglesia. ¡Me cagüen Dios!